Gattaca. Probablemente haya sido este film del no ya tan cercano 1997 lo primero que se os haya venido a la cabeza después de ver imágenes o vídeos de esta In time. Si sois seguidores de la trayectoria del director y guionista neozelandés, Andrew Niccol, la referencia resulta obvia; pero incluso sin dicho seguimiento, es tremendamente sencillo, tan sólo guiándose por valores estéticos, relacionar ambos films. Por desgracia para In time, ni siquiera ahí consigue equipararse con la magnífica cinta que protagonizó en su día Ethan Hawke.
Will es un joven que vive al día. No le queda más remedio. Vive en un mundo donde nadie envejece, pero a cambio, superados los 25 años de edad, tu reloj vital comienza a marcar de forma literal los minutos, horas, días, o años que te quedan de vida, y si, por desgracia, el crono llega a cero, tu vida se extingue en ese mismo momento. Por ello, aquellos más desfavorecidos se encuentran en una situación cercana a la esclavitud donde las horas de trabajo se pagan en tiempo de vida y café que te tomas cada mañana se descuenta de ese mismo marcador temporal. El tiempo es la moneda de cambio y sólo basta un apretón de manos para acordar una determinada cantidad temporal que pase de uno a otro lado.
Después de sobrevivir un día más, nada mejor que relajarse con una cerveza, y en una de estas salidas, Will y su amigo Borel, se encuentran en un bar del gueto con un extraño personaje cuyo crono marca el centenar de años. Rápidamente, Will avisa al turista de que debería marcharse, pues su vida, con un marcador tan bien nutrido, corre serio peligro. Dicho y hecho, los problemas no tardan en aparecer y pronto Will se encuentra ayudando a escapar al hombre del centenar de años de sus agresores. Henry, que así se llama el acaudalado extranjero acaba confesándole a Will lo que se esconde realmente detrás de este macabro sistema de trueque, y en un alarde de esperanza, acaba concediéndole a Will todo su tiempo.
Pero la tentación es fuerte y la comodidad demasiada, así que Will pronto olvida las promesas de cambio y decide empezar una nueva vida en los altos distritos, donde aprovechará sus habilidades con el juego para seguir nutriendo su crono a costa de los magnates del tiempo. En una de estas fiestas conocerá a Sylvia Weis, la hija de uno de los mayores empresarios temporales y con la que Will se verá obligado a escapar cuando los “guardianes del tiempo”, la policía encargada de salvaguardar el equilibrio en los cronos según la clase social o el distrito al que cada uno pertenece, venga a quitarle a Will el tiempo que Henry le regaló.
Y aquí es donde acaba todo el interés que el film haya podido tener hasta el momento, donde sus premisas e ideas se desvanecen a favor de la enémisa de escena de acción imposible y de la más espectacular persecución. Y ni siquiera eso, pues los efectos especiales incluidos en ellas, así como su dirección en dichos momentos, son realmente bochornosos. No ayuda un guión que podría caber en una servilleta y unos diálogos sacados del manual del tópico. Una pena especialmente para Amanda Seyfried, cuyo personaje, que podría dar mucho juego si se exprimiera la idea de partida, queda en un mero adorno que colgar del brazo de Justin Timberlake (no mucho mejor parado) y cuya mayor preocupación consiste en poner morritos y caminar/correr de forma sexy.
Es raro que un tipo que cuida tanto sus películas a nivel conceptual como Niccol haya decidido lanzar una propuesta tan absurdamente superficial como la que In time acaba resultando. Y no es que la premisa inicial no carezca de interés. Esto es casi una constante en Niccol, donde ya fuera en Gattaca, S1m0ne, El señor de la Guerra, o guiones como el de El show de Truman, el concepto de base y punto de partida suele generar situaciones y reflexiones de lo más estimulantes. El problema es que en este caso, sobre el concepto sólo se han construido pasillos donde montar persecuciones, tirando a la basura todo el trabajo previo invertido en la idea original.
Amanda Seyfried es casi lo mejor del conjunto a nivel interpretativo (y teniendo en cuenta su rol esto tiene mucho mérito) donde también brilla el versátil Cillian Murphy o los cada vez más de moda Vincent Kartheiser y Johnny Galecki. Lo demás, nada destacable. Timberlake lo intenta, pero sin duda no está a la altura todavía en un papel protagónico que exija registros dramáticos, ni siquiera en esta película donde este tipo de escenas están contadas. Nadie recordará tampoco la banda sonora del compositor escocés Craig Armstrong, que básicamente se limita a recomponer éxitos anteriores como Moulin Rouge! o Romeo+Julieta que para nada casan con la propuesta de In time.
Así, después de In time, sólo nos queda desearle a Niccol y a su equipo mejor fortuna con futuros proyectos, y sobre todo nuevas perspectivas, tanto estéticas (donde realmente In time es la hermana pobre y cutre de Gattaca) como conceptuales (donde el film pide a gritos mayor seriedad y sutileza en el tratamiento).