A tan sólo unos pocos días del que promete ser uno de los finales más apoteósicos de la historia de la televisión, no podemos evitar echar la vista atrás e indagar un poco en la que probablemente sea la relación más compleja que se haya visto nunca entre dos personajes en la pequeña pantalla. Walter White y Jesse Pinkman han sido, el uno para el otro, profesor y estudiante, compañeros de trabajo y negocios, amigos, confidentes, padre adoptivo e hijo necesitado, competidores y, finalmente, enemigos. Breaking Bad siempre ha estado en movimiento y, junto con la serie, sus personajes también han ido avanzando (o retrocediendo) en ese desplazamiento continuo donde han logrado una trayectoria, una transformación que, hasta la fecha, era inédita en televisión. Es probable que ante la tensión de episodios como To’hajiilee o el ya devastador y mítico Ozymandias se nos haya pasado por alto que Breaking Bad, a lo largo de estas 5 temporadas y tan gradualmente como la metamorfosis del propio Walter, ha hecho historia. Sangre, lágrimas y metanfetamina, o lo que es lo mismo, White y Pinkman.
Repasando la serie uno no puede evitar sorprenderse ante la riqueza de los matices que han vertebrado y aún vertebran esta difícil relación. Walt, un hombre que ha arriesgado su vida por Jesse en innumerables ocasiones, que ha salvado, literalmente, la vida de Pinkman un buen puñado de veces, es la misma persona que lo manipula hasta la náusea, que lo utiliza de forma aberrante y que, finalmente, ordena su ejecución. Habiendo seguido el vínculo de ambos personajes desde el primer minuto, no hay palabras para describir la estupefacción de lo que en Ozymandias acontece entre ellos. Esa tragedia sólo puede entenderse y apreciarse, tanto narrativa como emocionalmente, si uno ha visto la serie desde su comienzo y ha sido testigo de la evolución sus protagonistas. De esos momentos en los que, con absoluto remordimiento, Walter apenas consigue contenerse al hablar, persiguiendo una mosca con la mirada, un insecto cuya figura fantasmagórica no deja de recordarle lo que ha hecho y casi le obliga a confesar entonces lo que acaba contándole a Jesse, varias temporadas más tarde, con una crueldad desconcertante.
Esos momentos en los que Walt llama instintivamente “Jesse” a su propio hijo resultan ahora tanto o más preciados (y desgarradores) que entonces por el contraste que logran frente a las miradas de odio de Pinkman cuando Heisenberg está a punto de ser esposado. Unas miradas que al principio eran de admiración y respeto y ahora se han convertido en lágrimas y sangre. Lágrimas por Jane, por Gale, por Brock, por Mike, por Andrea y por Drew Sharp. Lágrimas por la propia humanidad perdida, lágrimas que se transforman en odio y sangre hacia quien ha movido los hilos. Incluyéndose a sí mismo. A sí mismos. Porque ha llegado también para Walt el momento de mirar hacia adentro. De mirarse por fin en el espejo y hacer las preguntas difíciles. De aceptar quién es y en qué se ha convertido. En el purgatorio, en ese infierno blanco donde el poder de Heisenberg se ha quebrado y ya sólo queda su cáscara. Un envoltorio machacado que ya no es Walter ni es Heisenberg pero que quizás, gracias a las dolorosas palabras de Gretchen, es algo más, algo nuevo. Aún desconocemos qué pasará entre Walter y Jesse cuando éstos se miren a los ojos una última vez en Felina el próximo domingo, pero de algo podemos estar seguros, Breaking Bad, Walter y Jesse, no dejarán de moverse hasta el final.
Independientemente del resultado, Breaking Bad ya ha hecho historia. ¿Es el relato de Vince Gilligan la mejor serie concebida hasta la fecha? Posiblemente. Frente a la estaticidad del Tony Soprano de David Chase e incluso del Jimmy McNulty, Omar y el resto de los míticos personajes de The Wire, el antihéroe que Vince Gilligan propone evoluciona en un relato claramante planteado con un principio, un desarrollo y, sobre todo, un desenlace. Algo que parece de pura lógica pero que en la práctica no lo es tanto en un medio donde la mayoría de las ficciones se plantean para que puedan durar indefinidamente. Por eso es tan importante Breaking Bad y el legado que tanto White como Pinkman dejarán en la historia de la televisión. Por primera vez asistimos al relato completo. La gran novela americana contada en imágenes. El viaje épico e iniciático contado en la pequeña pantalla, por primera vez, sin restricciones. Echaremos de menos a Walter, a Jesse, a Skyler y a Mike. Y a Saul. Better Call Saul. Pero son ellos los que abren la puerta a la madurez del medio del mismo modo que Tony y Omar conseguían introducirlo en la edad adulta. Todos vivirán en nuestra memoria. Son parte ya de nuestras vidas. Con ellos reímos y sufrimos. Y ahora, avanzamos una vez más.