El lateral portugués llegó al Santiago Bernabéu hace trece años con un futuro prometedor, pero no pudo ni con la presión del coliseo blanco ni con la sombra de Chendo.
En el Santiago Bernabéu no hay nadie que olvide a Carlos Alberto de Oliveira Secretário, más conocido como Carlos Secretario. Pese a estar tan sólo temporada y media defendiendo la zamarra blanca, su sombra todavía sigue vigente en Chamartín, pero no por los buenos recuerdos que dejó sino por todo lo contrario.
La llegada del primer portugués en fichar por el Real Madrid (honor por el cual ya forma parte de la historia del club) se debe contextualizar: En la temporada 1995/96 el rival de la ciudad, el Atlético de Madrid, conseguía el doblete mientras que el conjunto que por entonces presidía Lorenzo Sanz terminó sexto y fuera de competiciones europeas. Entonces, el mandatario blanco tomó la decisión de hacer una limpieza en el vestuario, fichando a Fabio Capello como entrenador y contratando a jugadores de la talla de Pedja Mijatovic, Davor Suker, Clarence Seedorf, Roberto Carlos, además del luso protagonista esta semana de la presente sección.
Secretario llegaba del Oporto, donde a base de títulos se forjó un buen cartel por toda Europa, donde se le consideraba poseedor de cualidades innegables para el fútbol, rápido, buen defensor y con buena proyección ofensiva (cabe recordar que en sus inicios futbolísticos jugaba de centrocampista, pero se le fue retrasando hasta el lateral derecho). El Real Madrid tuvo que enfrentarse a unas duras negociaciones con el Oporto para ficharlo, además de tener como rival al Barcelona, que comenzaba su era post-Cruyff.
Sin embargo, Secretario prefirió el Santiago Bernabéu antes que el Camp Nou, motivo por el cual la alegría de los aficionos blancos creció con su fichaje. Pero, lo que quizá no sabía el luso es del peso que significaba ocupar el hueco del legendario Chendo, además de la presión que siempre significa jugar en un ‘grande’ de España.