El Espanyol ‘vendió’ su fichaje como un ejemplo de negocio pero, poco después del aterrizaje del japonés, se evidenció que ni los ingresos soñados ni la calidad del mediapunta harían acto de presencia en Cornellà-El Prat…
La inauguración del nuevo estadio, Cornellà-El Prat, merecía ser celebrada con la contratación de un crack de relumbrón, capaz de marcar las diferencias e ilusionar a una grada cansada y acostumbrada a tener el corazón en un hilo hasta los compases finales de demasiadas temporadas. Dadas las deficitarias arcas del Espanyol, el presidente blanquiazul, Daniel Sánchez Llibre, iniciaba la búsqueda de un jugador bueno, bonito y barato y creyó encontrar la ganga en Shunsuke Nakamura, un mediapunta japonés que militaba en las filas del Celtic de Glasgow.
Nakamura se ‘vendió’ de cara a la galería como el fichaje perfecto, puesto que, aterrizaba en el Espanyol con la carta de libertad bajo el brazo, tenía calidad y un tirón mediático que abriría el mercado publicitario asiático permitiendo, así, sanear las cuentas blanquiazules. Sobre el papel, por tanto, Nakamura era un gran hallazgo aunque, poco después, todo el castillo de naipes se acabaría desmoronando...
Tuvo Nakamura grandes problemas de adaptación tanto dentro del vestuario como sobre el césped y pronto se ganó las críticas de una afición que se sintió engañada con la llegada de un jugador que fue perdiendo fuelle a cada jornada.
Empezó la temporada de titular pero, visto su rendimiento, el técnico blanquiazul, Mauricio Pochettino, empezó a restarle minutos, a dejarle fuera de las convocatorias y a evidenciar que el fichaje del japonés había sido un auténtico fracaso.
La sensación se acrecentó tras las investigaciones realizadas por la prensa y los artículos que aseguraban que el fichaje de Nakamura no había sido, ni de lejos, a coste cero. El diario Sport, sin ir más lejos, desgranó todos los entresijos de la ‘Operación Nakamura’ y la cifró en 4,6 millones de euros: 1 ‘kilo’ para el jugador, otro millón para el intermediario en el fichaje, Alessandro Canovi, 700.000 euros para la empresa que explota sus derechos en Japón y 2,1 millones de euros de ficha para el japonés (1 para su primera temporada en el Espanyol y 1,1 por la segunda).
Es decir que la incorporación de Nakamura había sido de todo menos barata y, para colmo de penas, su coste no era rentabilizado a base de actuaciones sobre el césped. Dada la situación y la necesidad del jugador por encontrar un equipo en el que gozar de los minutos que le llevaran al próximo Mundial de Sudáfrica, se negoció el traspaso del jugador con el Yokohama Marinos, el único club que dio un paso al frente para hacerse con los servicios de un jugador que acabó abandonando el Espanyol el pasado mes de febrero, a cambio de poco menos de un millón de euros…