Nuestros niños reciben constantemente información sobre lo difícil que puede ser ganar dinero y lo importante que es aprender a cuidarlo, pero no se les educa en cómo hacerlo, lo que redunda en falsas creencias que se vienen repitiendo generación tras generación y que crean una mala relación con los recursos económicos generados y que pueden “programarlos psicológicamente” para padecer carencia, o quizá sientan la imperiosa necesidad de gastarlo. Estos paradigmas pueden perdurar durante toda su vida, impidiéndole analizar nuevas opciones y con ello lograr objetivos financieros sanos.
Es nuestro deber y responsabilidad como padres, establecer dinámicas adecuadas con nuestros hijos, para ayudarles a entender que el dinero es un instrumento de intercambio que debe ser utilizado de manera consciente e inteligente con el objeto de formar, hábitos que nos permitan lograr una adecuada relación con el dínero, para que cada vez más se pueda depender de nuestros ahorros como una forma de definir nuestros proyectos, utilizando cada vez menos crédito.