He estado pensando en lo importante que es tener un colchón económico para conseguir arrancar como traductor autónomo. Por supuesto, tener ahorros siempre es ideal, pero, al empezar, disponer o no de un colchón puede marcar la diferencia entre acabar dedicándose a la traducción o no. No solo en el caso de los recién graduados, sino también en el de quienes deciden dar el salto a la autonomía después de haber trabajado como asalariados.
Cuando alguien me escribe desesperado porque no consigue clientes, las agencias no responden a sus correos o, peor aún, pasan pruebas pero no llegan a recibir encargos, siempre saco a colación el tema del colchón, además de dar los míticos consejos de “Ten paciencia”, “Todo llega” y “Sigue insistiendo”, que tan poco creíbles resultan a veces. Disponer de un colchón nos da margen y tranquilidad a la hora de actuar, desde luego, pero no todo el mundo dispone de uno*, así que ¿Qué opciones tienen quienes quieren dedicarse a la traducción, pero no tienen ahorros?
Personalmente, creo que conviene tomar un poco de perspectiva y distancia, y sopesar el “coste de oportunidad”: sí, tú quieres empezar YA, tienes unas ganas tremendas y dentro de ti sabes que tienes potencial para abrirte camino, pero ¿no será mejor dedicar tiempo a esbozar un “plan de acción”, que quizá deba incluir lo que a priori podría parecer “dar un paso atrás” antes de lanzarse al vacío sin red? Si te lanzas sin red, lo más probable es que:
- Vuelvas más pronto que tarde al redil de InfoJobs con las orejas gachas y el rabo entre las piernas.
- Le cojas miedo a la autonomía.
- Pienses que “has probado y fracasado“, así que no merecería la pena volver a intentarlo porque “ya sabes lo que hay y no es para ti”.
Si yo me encontrara en esa situación (en mi caso, cuando dejé de ser asalariada y empecé como autónoma, cobré el paro durante meses y ese fue mi colchón), lo que haría sería buscar un trabajo a media jornada, aunque no fuera “de lo mío”, que me permitiría tener dos cosas: ingresos “fijos” y tiempo libre. Ese tiempo libre es la clave: si trabajara, por ejemplo, de mañana, dedicaría la tarde a hacer lo que estaría haciendo a jornada completa si no tuviera trabajo: buscar clientes, hacer pruebas, actualizar mi CV, etc. Personalmente, prescindiría de hacer cursos, porque de nada sirve estar sobrecualificado si no dedicamos la paciencia, el tiempo y el esfuerzo necesarios a arrancar.
Para mí, los inicios son una inversión no económica sino de esfuerzo: quizá ahora tengamos que renunciar a nuestra idea (no hay nada más difícil que gestionar las expectativas fallidas) de vivir solos, salir por ahí tanto como nos gustaría o disfrutar de unas vacaciones en las mismas fechas que los demás, pero, a largo plazo, ese esfuerzo, si está bien planificado, se verá recompensado. Es decir, no “esforzarse por esforzarse” sin tener claro el planteamiento, sino sabiendo con qué objetivo hacemos lo que hacemos para así no perder el norte y no dejarnos llevar por la comodidad de un trabajo.
Por tanto, errores habituales:
- Lanzarse al abismo de la autonomía sin un colchón.
- Pensar que, si no tenemos un colchón a estas alturas, ya será difícil conseguirlo.
- Dar por hecho que, si realmente valemos, encontraremos trabajo rápido y, si no encontramos nada, es que no valemos y debemos dedicarnos a otra cosa. NO es cierto. De hecho, mucha gente encuentra clientes “muy rápido” porque está aceptando tarifas que los profesionales no aceptarían; caso real de un cliente mío que está contratando a los traductores cuyas escandalosamente pésimas pruebas yo misma he suspendido porque son los únicos dispuestos a aceptar sus nuevas tarifas.
- Caer en aquello de “Con lo que me ha costado encontrar este puesto, ya casi que me quedo en él”. No te conformes. No pierdas de vista el objetivo de ese puesto: es solo un medio para conseguir los ingresos que te permitan arrancar como autónomo, no un fin en sí mismo.
- Pensar que “trabajar de lo que sea” es un paso atrás. Recuerda: el dinero es dinero y tu trayectoria como autónomo no se verá afectado porque hayas trabajado en puestos random; no será el mismo CV que solías enviar en InfoJobs, sino que tendrá pinta de página web o LinkedIn ;-).
- Rendirse “antes de tiempo”: La paciencia en estos tiempos escasea, pero si tenemos clara la meta a largo plazo, debemos hacer lo que esté en nuestra mano para conseguirla, aunque ello pase ese “paso atrás” (“
¡Jo, yo trabajaba en una agencia de traducción y ahora tengo que ir a trabajar al McDonald’s? ¡Menudo fracaso!“Bueno, yo trabajaba en una agencia de traducción y necesito un dinerillo, aunque sea de McDonald’s, para afrontar los inicios como autónomo).
Cuando vayáis consiguiendo encargos “regulares”, podréis dejar el trabajo a media jornada (aunque es difícil de predecir esa regularidad y por eso conviene dividir esfuerzos y no cerrarse a un solo cliente potencial). Recordad que, hasta daros de alta, no podréis emitir facturas. Por ejemplo, yo empecé a trabajar en julio de 2015 y hasta octubre no me di de alta (y, por tanto, hasta ese momento no pude emitir facturas), así que hasta noviembre no empecé a ver el dinero; por eso, también necesité un colchón. Sí, existen las cooperativas, pero nunca me ha quedado claro si son realmente lícitas, así que no me meto en ese jardín.
Ah, y otra cosa: NUNCA os deis de alta como autónomos antes de empezar a tener clientes porque, además de que empezaréis a pagar la cuota antes de tiempo, si después os dais de baja y más adelante de alta otra vez, ya no podréis optar a la cuota reducida (o al menos así era hace tres años). Por otro lado, si tenéis un contrato como asalariados y os dais a la vez de alta como autónomos, estaréis entrando en el régimen de pluriactividad. Conviene informarse bien porque, si bien es compatible, en su momento me dijeron que tener dos pagadores nos perjudica de cara a Hacienda, aunque después he leído que no es así realmente. Quizá convenga más dejar el trabajo y ser solo autónomo, eso ya habrá que valorarlo en cada caso.