“No he fallado 1.000 veces, he encontrado con éxito 1000 maneras de no hacer una bombilla”. Esta cita es de Thomas Edison, una de las personas más importantes de nuestra historia. Quería empezar el artículo con esta cita para darnos cuenta que no hay que tener miedo al fracaso, sino lo contrario. Hay que tomarse el fracaso como un paso más hacia nuestro éxito. Una experiencia más que nos va hacer aprender y ayudarnos a llegar a nuestra meta.

Desde que somos niños, ya sea a través de las calificaciones que obtenemos en el colegio o cuando competimos con nuestros amigos en el patio, aprendemos lo que significa ganar o perder, y por supuesto, lo que esto conlleva. No ganar tiende a crear un estigma alrededor de ella, y en última instancia puede llevar a crear etiquetas de “fracaso” o “perdedor”. Muchas personas tienen miedo al fracaso como consecuencia de estas injustas etiquetas, que incluso nosotros mismos las damos a nuestros amigos y familiares.
Mediante la conducta social, ensañamos a la gente a no ser tomadores de riesgo para evitar así la posible frustración que esto conlleva.
El fracaso es algo externo que ocurre, no es una característica de la personalidad. Es algo real, pero ni mucho menos es un destino final. Es otro acontecimiento en el curso de nuestras vidas. El fracaso es una oportunidad para aprender.
Hay una serie de preguntas que nos pueden ayudar a crecer y aprender a partir de los errores del pasado.
- ¿Cómo abordé el asunto?
- ¿Cómo estaba de preparado?
- ¿Qué estaba bajo mi control para cambiar y qué no estaba?
- De las cosas bajo mi control, ¿Qué otras acciones podría haber llevado a cabo para producir un resultado diferente?
Hay que aprender a separar el fallo de la identidad personal e invertir en la revisión objetiva de la situación e intentar un enfoque diferente la próxima vez. Uno está condenado a fallar si no decide aprender de los errores del pasado.