Lo que no puede soportar la derecha es que la gente de izquierdas siga defendiendo el ascensor social cuando están en la planta de arriba del edificio.

En 2016, la presentadora de televisión Cristina Pedroche anunció que ella era “muy de izquierdas” y en más de una  ocasión ha mostrado sus simpatías por Unidas Podemos. Hace unos años contó su historia personal, que era hija de una limpiadora y que se había criado en Vallecas, y le valió para recibir insultos y comentarios clasistas de la derecha, pero en ningún caso al nivel de los que ha recibido estos días después de que saliera a la luz un vídeo que ha elevado muchos grados el nivel de violencia.

“Soy de Vallecas, ¿qué esperan que vote?”, dijo Pedroche, harta de oír que “los de izquierdas no podéis tener pisos”. El alegato de la presentadora prosiguió: “Los impuestos que pago quiero que vayan para sanidad pública, para educación pública, para que siga habiendo colegios, para que los colegios estén de puta madre y tengan profesores de puta madre, para que haya cosas públicas de verdad, no para que se blanquee el dinero, no para que me roben. Entonces no quiero PP, no me gusta que nos roben a todos y que les sigamos votando”.

En las redes sociales se ha dicho de todo contra Cristina Pedroche. Como podrán imaginar, la han llamado puta, pija, pijaprogre y la han calificado de incoherente, de ser muy de izquierdas pero no renunciar a tener una vida cómoda,  de todo el folclore habitual con el que el fachaflautismo confunde ser de izquierdas con hacer voto de pobreza.

Cristina Pedroche representa todo lo que los fachas odian porque a la derecha sólo le gustan los pobres cuando siguen siendo pobres y no se suben al ascensor social. Si has nacido en Vallecas, no se te ocurra comprarte una buena vivienda si tus ingresos, conseguidos sin robar y sin explotar a nadie, te lo permiten. Si eres de Vallecas y sales de la pobreza, no se te ocurra no identificarte con los ricos y tener presente tu origen social y valores como la solidaridad y la justicia social, que serás criminalizado por tener la osadía de acordarte de tu madre.

Si has nacido en un barrio humilde, no se te ocurra tener un trabajo cómodo y bien remunerado que entonces ya no puedes ser de izquierdas. La derecha sólo te permite ser de barrio humilde si, cuando te montas en el ascensor, arengas en contra de los barrios populares, de la solidaridad y a favor de la meritocracia, en contra de los impuestos, de los servicios públicos y sermoneas los valores del sálvese quien tenga. Como Ana Rosa Quintana, que nació en Usera y habla como si hubiese echado los dientes en la Moraleja.

Cristina Pedroche, además, es guapa, viste de forma elegante y es una figura de referencia para muchos españoles que la admiran. Eso es aún más grave, porque la gente de izquierdas, para poder ser de izquierdas sin incoherencias, debe ser fea, no lavarse, ir vestido de perroflauta y ser odiado por la gente. A la derecha le molesta Cristina Pedroche porque no sirve para tiranizar a los humildes, que es para lo único que pisa la derecha los barrios populares.

La derecha radicalizada, llámese PP o Vox, entiende el barrio como una condena, por eso critican que la gente trabajadora salga del barrio y se vayan a vivir a sus zonas exclusivas de alta gama. En el fondo, cuando el fachaflautismo critica a la gente de izquierdas por vivir bien y seguir siendo de izquierdas, lo que están es mostrando su clasismo, el desprecio de clase con el que se mueven por la vida. Lo que les molesta de verdad no es la existencia de barrios populares, sino que sus habitantes prosperen y no olviden nunca el lugar del que nacieron. Por eso destruyen los mecanismos que permiten la igualdad.

Cristina Pedroche sería validada por la derecha si dijera que ella se lo ha ganado todo por sí misma, que no ha necesitado nunca de la educación o sanidad publica y que no quiere pagar impuestos para mantener a los subvencionados de Vallecas que llenan las colas del hambre porque no quieren trabajar. Pedroche sería validada por la derecha si se olvidara de su madre, de los bajos sueldos que ganaba, de las muchas horas que trabajaba para llenar la nevera, pagar la luz, el agua o el alquiler del modesto piso vallecano en el que se crió junto con su familia.

Pedroche sería validada por la derecha si se odiara a sí misma, y por tanto odiara a su barrio, y tuviera como sueño aspiracional formar parte de los círculos exclusivos que explotaban a su madre, la miraban con desprecio y le negaban un aumento de sueldo para llenar con más comodidad la nevera y llegar con menos susto a los finales de mes.

Lo que realmente molesta a la derecha de Cristina Pedroche es que tenga conciencia y que, aunque a ella la vida le sonríe,  se pongan en el lugar de muchas personas que le tienen miedo al presente y horror al futuro por unas políticas económicas que han destruido los pactos de solidaridad que nos dimos los españoles cuando votamos la Constitución Española.

A la derecha le molesta el ascensor social, que Cristina Pedroche haya podido salir del barrio, mejorar su calidad de vida y mirar de tú a tú a los que roban y parasitan los servicios públicos que a ella le permitieron tener mejor sueldo, mejores condiciones y más expectativas que su madre.

A la derecha lo que realmente le molesta no es que vivamos como pobres en un acto de contrición para poder ser de izquierdas, sino que aspiremos a vivir como ellos, pero sin robar, sin explotar y sin olvidar que hay mucha gente que no tiene esa posibilidad de dormirse sin miedo a que suene el móvil y sea un mensaje del banco informando que no hay saldo para abonar el último recibo de la luz.

Cristina Pedroche recibe odio porque es justa. Lo que no puede soportar la derecha es que la gente de izquierdas siga defendiendo el ascensor social cuando están en la planta de arriba del edificio. Ellos son más de cortar la escalera para que no suba nadie más y los pobres se peleen por las miserias mientras los ricos disfrutan de todos sus privilegios en exclusividad.

Cristina Pedroche representa todo lo que odia a la derecha porque tiene memoria. La memoria, en este tiempo de bulos y manijeros que se creen de la élite por ganar 3.000 euros al mes, es un seguro de vida contra la tiranía. La izquierda quiere acabar con la pobreza, no vivir en la pobreza. Los fachas hiperventilados, que de tontos no tienen ni un pelo, confunden ser de izquierdas con ser monje franciscano, para que sólo ellos puedan llevar una vida cómoda llena de privilegios.

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