La gran decisión que tomó Felipe II en 1560 fue transferir la capital de España al sur de las montañas, estableciéndola en Madrid, ciudad que se estableció en un pequeño pueblo cerca de Alcalá de Henares, cuya historia es vaga y confusa hasta que fue declarada la capital de España. Su posición geográfica y su excelente clima fueron razones para que Felipe II hiciera su corte. Hasta el siglo pasado su desarrollo fue lento: el Madrid de hoy se formó en el siglo XX, pero fue después de la Guerra Civil cuando el casco antiguo fue reubicado de un cinturón de barrios residenciales con grandes arterias y avenidas.
De hecho, hasta 1802, Madrid se dividió en ocho “cuarteles” y éstos, en 62 distritos, cuya personalidad se comunicó, de alguna manera, a sus habitantes. La “cosa de Madrid” desapareció con los nuevos distritos, lo que en cualquier caso dio a la ciudad una personalidad extraña. La expansión interrumpida de los suburbios y su conversión en importantes zonas urbanas duplicó la población, que creció enormemente con la anexión de pueblos cercanos como por ejemplo Carabancheles, El Pardo,, Vallecas, Canillejas, Vicálvcaro, Chamartín, etc.
En el pasado, la política de urbanismo prácticamente no había existido y, cuando lo ha hecho, ha sido contradictoria consigo misma. En la actualidad es imposible mencionar siquiera las zonas de la ciudad, donde se alternan casas burguesas del siglo XIX, palacios de estilo francés, jardines italianos y colmenas y rascacielos de tipo Manhattan. El centro de la capital se ha desplazado hacia el norte. Hoy en día, la arteria central de la población pasa por Cibeles: Paseo del Prado, Calvo Sotelo, Recoletos, La Castellana y la Avenida del Generalísimo.