Quería pedir perdón a mis alumnos. Porque el otro día subestimé la historia de amor de uno de ellos debido a su juventud, cerca de diecisiete años. – Aún te falta experiencia, lo que te queda por vivir!- le manifesté- haciendo hincapié en su edad. No tendría que haberle dicho esto nunca, porque las historias que ahora tienen a pesar de ser tan jóvenes siempre les marcarán. Algunos las llevarán consigo hasta lo más profundo de su ser. Para otros serán tatuajes en su piel, pero también en su corazón y en lo más profundo de su alma. Esas traiciones que comentaban al escuchar la canción de “Shallow”: -ella me hizo sentir que estábamos en lo más profundo buceando los dos solos, como dice la canción, y después me hizo daño. Sentí con ella que solo nuestros corazones podían encontrarse, lejos de la superficie y del que dirán, pero después… –
Quería pedirles disculpas desde aquí. Espero que esas huellas en su experiencia no les hagan convertirse en los tipos duros del futuro, y que tampoco tengan un corazón de hierro, insensible a las emociones.
Hay cosas en sus palabras, que entreveo en pasajes no tan lejanos, puesto que me siento muy próxima a ellos. Mi experiencia más dañina fue hace mucho tiempo atrás. Cuando ni había ordenadores y hacíamos los trabajos con máquinas de escribir. Recuerdo la dureza del teclado al hacer cada pulsación y como la estructura de metal se levantaba para pegar con la letra recubierta de tinta en el papel. Había ido a clases de mecanografía y hacía bastantes pulsaciones por minuto. Aunque con alguna dificultad por el camino. Me ofrecí para ir a casa del chico que me gustaba y ayudarle con el trabajo. Tenía apenas once años, pero tenía claro que quería estar cerca de él. Le ayudaba en todo lo que podía, hasta que un día una chica de la clase lo besó delante de mí. A mi, que aún no me habían besado, quedé destrozada. Han pasado 25 años y nunca he tenido una sensación amorosa más dolorosa. Ella me dijo: – no hace falta te esfuerces tanto…a mi me ha besado, simplemente porque le gusto más que tu.
Esta anécdota me ha impedido volver a declararme a algún chico o a mostrar mi interés real a lo largo de mi vida. Siempre han sido ellos los que me han conquistado y tampoco, reconozco, me ha ido mal hasta ahora. He tenido experiencias increíbles y muy bonitas. Al final una también sabe escoger quien la conquista. Pero ese miedo a volver a ser yo la que tome la iniciativa con otra persona me ha perseguido siempre. Nunca he vuelto a intentar “tirar los tratos” a un chico hasta ahora. Reconozco que ahora las cosas han sido diferentes… Yo he superado traumas infantiles para dar el primer paso. ¿ Qué ha cambiado?. Realmente no lo sé.
Simplemente la sensación de enterrar los pies en la arena, mirar un horizonte turquesa infinito y ser consciente de que la vida es hermosa si puedo verla a través de sus ojos. Al final pienso que solo tropieza el que camina y siempre hay lugar para equivocarse. -¡Bendito error!-
Cada vez, supongo que es la esperada madurez que me hace sentir, tal vez sentir extremo. Pero al mismo tiempo sufrir y ver las estrellas y el cosmos… La luna creciente y después luna llena. Sentirme triste, pero saber que podré tenerle y pronto estará cerca de mi para sentirme relajada con él, pero a la vez extasiada. Me agobio a mi misma de la manera de sentir, al mismo tiempo que estoy llena de dudas. Percibo cómo va oscureciendo y el cielo se va apagando. El tiempo es imprevisto y cada noche improvisada va a parar aquí: en mi mente. Y yo no puedo retenerlo sin probar otra vez la forma de su boca.
(continuará)