La información de una persona no es posible que sea completa y objetiva (somos sujetos) y la racionalidad es, por tanto, limitada (Simon, 1967). La mente organiza las percepciones dándoles coherencia y con frecuencia buscando patrones en el desorden, porque la información que procesamos es sesgada y fragmentaria (Solé, 2009).
El orden sería necesario para preservar la información y permitir almacenarla (como Spotify, un magnífico clasificador). Pero para poder cambiar y adaptarse al ambiente es necesaria una plasticidad que requiere que el sistema posea cierto grado de inestabilidad interna y fluya (Bauman, 2017). Al cerebro no le gusta mucho la incertidumbre, aunque se nutra de ella, y cuando no sabe algo, se lo inventa (!más periodismo, Ferreras!), por una respuesta adaptativa ante los estímulos externos.
La persona, como tal, se nos presenta de manera compleja, no podemos todavía dilucidar su conducta individual con precisión. Incluso esa complejidad está muy presente en las relaciones entre unxs pocxs, por ejemplo, las “complicadas” relaciones de pareja. Los grupos de amigxs/conocidxs pueden tender a los lazos fuertes (como las cuadrillas navarras) o ser más extensas y de lazos débiles (típico en entornos anglosajones) y, por tanto, acceder a más partes de la red social (Granovetter, 1973), aunque de una manera más tenue.
Porque debemos invertir (más o menos) tiempo en las relaciones, tenemos un límite. Según Dunbar (1998), unxs 150 individuxs (algunxs más si incluimos las conexiones de las redes sociales): si entra unx nuevo, debe salir otrx.
Paradójicamente de forma agregada las personas tenemos un comportamiento predecible, somos una masa (humana) bastante homogénea de conductas.
Y es curioso cómo funciona mi algoritmo biológico. Con lxs amigxs, lxs de tipo cuadrilla, siempre que tengo una reunión intensa con ellxs salgo reforzado y me siento querido y con ganas de quererlxs más. Y aquí la complejidad de las relaciones se alinea con el comportamiento macro-grupal más predecible, porque la amistad nos proporciona bienestar y correlaciona muy bien con la esperanza de vida.
Harari (2018) ya nos anunció que la muerte será un problema técnico resoluble en las próximas décadas, gracias al conocimiento extremadamente preciso del cuerpo que están desarrollando la biotecnología y el Big Data. Que llegue sólo a unxs pocxs, sería lo (a)normal, aún en un proceso que es básicamente colaborativo, como todo avance científico, dada la desigualdad global actual.
Y no necesitaríamos la amistad para ganar más tiempo a la vida, porque estaríamos condenadxs a lo eterno a través de un tiempo que tal vez (ya) no exista. “Sólo” nos serviría para incrementar nuestro bienestar…
!Buen verano, amigxs!
- Este artículo continúa algunas reflexiones expuestas en una conferencia que impartí esta primavera en Felanitx, “Gobernados por el algoritmo. Sociedad y Globalización.”, dentro del ciclo de la Universitat Oberta per a Majors y la UIB Arreu de Mallorca, pero impregnado por la visita numerosa y cálida de un grupo de amigxs.
Bauman, Z. (2017). Tiempos líquidos: Vivir en una época de incertidumbre. Tusquets Editores.
Dunbar, R. (1998). Grooming, Gossip, and the Evolution of Language, Harvard University Press, Cambridge.
Granovetter, M. S., (1973). The Strength of Weak Ties. American Journal of Sociology. Vol. 78, No. 6, pp. 1360-1380. The University of Chicago Press.
Harari, Y. N., (2018). 21 lecciones para el Siglo XXI. Editorial DEBATE.
Simon, H. A., (1967). The Logic of Heuristic Decisión Making» en The Logic of Decisión and Action, Univ. of Pittsburgh, Press, pp. 1-35.
Solé, R. (2009). Redes Complejas. Del genoma a internet. Metatemas. Tusquets, Barcelona.