“Hola, tengo una vagina disponible, puedes usarla desde este mismo instante” es lo que parecemos decir todas las algunas mujeres en algún momento de nuestra vida. Bien sea porque queremos demostrarnos a nosotras mismas que estamos en el mercado, porque nos ha dejado nuestra pareja, porque queremos encontrar al amor de nuestra vida, porque queremos seguir manteniendo a ese que creemos nuestro amor… Numerosas y variadas son las razones por las que muchas de nosotras nos rebajamos al status de vagina disponible. Lo peor es que no somos conscientes de los motivos por los que actuamos así y mucho menos de todas las consecuencias que ello genera.
La disponibilidad vaginal parece ser un comportamiento aprendido por el que se entiende que “el macho” se siente atraído por la copulación. Así, ofreciendo nuestra vagina conseguiremos enganchar al macho en cuestión. Este razonamiento, no siempre explícito, es consecuencia del principio machista de “El macho es primario y lo que le importa es el sexo, de este modo, si le ofrezco lo que quiere, se quedará conmigo”.
Sinceramente, creo que no hay nada más lejos de la realidad. Ni a los hombres lo único que les importa es el sexo. Ni nuestra vagina va a engancharlos para siempre. Ni nosotras necesitamos adoptar esta actitud para conseguir nuestros objetivos. Ni siquiera nos hará sentir mejor a largo plazo.
La actitud que adoptamos únicamente nos conduce a rebajarnos como personas y como género. Dejamos de valorar todas nuestras cualidades, aquellas que nos hacen interesantes, especiales, aquellas que atraen de verdad, para reducirnos a un mero “estoy aquí para ti y por eso te ofrezco mi vagina disponible”. Somos utilizables, moldeables a la voluntad del macho con tal de que descubra y valore lo que somos. Con tal de que se quede a nuestro lado.
La disponibilidad vaginal no se refiere solo al hecho en sí de la copulación. Es una actitud. Un servilismo, una hiperdisponibilidad en todos sus sentidos están incluidos en ella.
Utilizamos millones de excusas diferentes para justificarnos cuando nos encontramos en este punto. Desde a “así me querrá” hasta “hablando conmigo verá que soy simpática” pasando por todo tipo de ideas extrañas no siempre comprensibles. Todo ello sin saber que nadie se va a dar cuenta de nada hasta que nosotras no pongamos en valor aquello por lo que nos caracterizamos.
Sin embargo, el macho no siempre quiere reconocer todo aquello que le ofrecemos en el pack vaginal. Y digo quiere porque me resulta inverosímil que “no sean capaces” de reconocer determinado comportamiento. Hecho que les hace quedar siempre eximidos de culpa (cuando no, incluso sobrejustificado)-. El macho utiliza y deja a su antojo el servicio ofrecido.
Así, suele ser habitual que este tipo de estrategia no tenga el éxito esperado. De hecho, me atrevería a firmar que el fracaso tiene lugar en la gran mayoría de los casos. Lo que tiene como consecuencia principal que la vagina disponible no entienda por qué, pese a su ofrecimiento, el macho no haya querido quedarse con ella y que su autoestima empiece un descenso en caída libre no siempre fácil de frenar ni manejar.
No quiero culpar a nadie de ser una vagina disponible. Todas lo somos potencialmente. Lo escribo para dar la oportunidad de reconocer y corregir un comportamiento que no nos lleva a ningún lugar en el que realmente queramos estar.
Antes de finalizar, aclararé que la disponibilidad vaginal no es un comportamiento que, según mi punto de vista, represente al feminismo, ni a la empoderación de la mujer, ni nada por el estilo, sino todo lo contrario. Cuando la mujer quiere ser dueña de su sexualidad y de su vida amorosa, no se ofrece a los hombres cual vagina disponible, sino que busca un “pene utilizable”, un hombre con el que compartir su vida o lo que ella considere. Puede parecer similar pero el punto de vista es totalmente distinto y, por lo tanto, también la actitud adoptada. La mujer deja de posicionarse por debajo en la escala, sino que se queda al mismo nivel (como mínimo). Se valora, se quiere. Sabe quién es y qué quiere. Y he aquí, para mí, la verdadera independencia de la mujer.