Una gran cantidad de científicos han publicados estudios haciendo especial hincapié en cómo el poder de las emociones puede beneficiar a nuestra salud. Sabemos que las emociones negativas son responsables, en cierto nivel, de que nuestro cuerpo sufra dolencias y enfermedades. Las cardíacas, por ejemplo, están muy relacionadas con estos sentimientos. Y por eso los propios médicos recomiendan un cambio de aires en la vida para poder superar situaciones y riesgos que puedan estar afectándonos. Con un cambio que nos lleve a potenciar las emociones más positivas, podemos reducir las dolencias físicas y conseguir que nuestro carácter sea más animado y alegre.
El estrés, malo para las emociones
No es nada nuevo oír que alguien ha sufrido un infarto por culpa de todo el estrés al que estaba sometido. Eso es porque vivir presionado con cosas como el trabajo hace que el corazón se resienta a largo plazo. Está demostrado que el estrés es una forma que tiene el cuerpo de enviar señales de que hay un desequilibrio muy fuerte de emociones. Esto provoca que por mucho que nos relajemos o descansemos el estrés nunca termine de marcharse, llevando a sufrir una ansiedad que no desaparecerá hasta que conozcamos su origen y la combatamos de raíz. A corto plazo tener gran acumulación de tensión no provoca ninguna enfermedad, aunque el sistema inmunológico se resiente de forma considerable, siendo más fácil sufrir resfriados. A largo plazo puede generar sentimientos negativos como la tristeza y la depresión a la vez que se disparan las posibilidades de sufrir problemas cardíacos. Por culpa de este estado extremo de ansiedad las venas se dilatan y aumenta la presión sanguínea de forma elevada. La unión de estas reacciones lleva a que el corazón se vea terriblemente afectado… todo por no saber cómo gestionar el estrés.
Depresión, un desajuste biológico
Es común que algunas personas, al saber que nos sentimos un poco desanimados, intenten sacarnos una sonrisa. Pero la depresión es más que un simple mal día o un pensamiento triste que nos provoca sentirnos decaídos. Los estados depresivos son duraderos y, por lo general, se necesita ayuda de expertos para poder salir de ese trance y recuperar la energía que teníamos antes de padecerla. Esta emoción si no se gestiona correctamente puede provocar desajustes biológicos y hormonales. Eso ocurre porque una de las características principales de los estados depresivos es la pérdida de apetito, sueño e incluso deseo sexual. Debido a ello llegamos a ver cómo los horarios que adopta el cuerpo para comer o dormir se vean terriblemente afectados hasta provocar que el reloj biológico que tenemos se descontrole por completo, llevando a que el cuerpo sea más propenso a caer bajo enfermedades virales o de carácter bacteriales.
Ira, fuente de infartos
Una cosa es tener un carácter fuerte y que se digan las cosas de una manera que invite al malentendido por el tono y otra muy diferente es tener un carácter colérico al que pueden afectar cosas tan tontas como una mirada, mover un objeto o una palabra que se mal interpreta. La ira no es buena por muchas razones y una de ellas es porque no permite tener estabilidad emocional. Vivir siempre molesto o a punto de estallar por cualquier comentario no es bueno para el cuerpo porque vive siempre en tensión. Y no solo las extremidades o el tronco están en tensión, sino que las venas también están más rígidas de lo normal, provocando que la presión sanguínea sea muchísimo más alta incluso que con el estrés. Junto al sobreesfuerzo del corazón para palpitar a la velocidad que marca la ira, el riesgo de sufrir problemas coronarios o cardiovasculares aumenta de forma astronómica, siendo muy peligroso para la salud.
¿Cómo gestionar las emociones?
Uno de los motivos por los que normalmente nos guardamos las emociones negativas y no tanto las positivas es porque no sabemos cómo gestionarlas. Esto no significa que tengamos que marcarnos un horario para sentir cosas buenas y otro para sentir cosas malas, o decidir cuál será la emoción que apoyemos cada día. En realidad, gestionar las emociones quiere decir saber reconocerlas y combatir las negativas con pensamientos positivos o realidades que nos rodean.
Por ejemplo, muchas veces sentimos tristeza porque creemos que no damos la talla en nuestros estudios, en el trabajo o en nuestras relaciones sociales. En estos casos hay que observar con detenimiento todo para ver cuál es la realidad. Si tienes buenas notas escolares, eso quiere decir que lo haces bien por mucho que creas lo contrario. Si te tienen aprecio en el trabajo, es porque se te da genial. Si tienes amigos que con solo levantar el teléfono ya están ayudándote, eso significa que tienes más razones para estar feliz que triste. En eso consiste la gestión de emociones, en darle la vuelta a la tortilla para eliminar o mantener a raya la ansiedad, la tristeza o la ira. Una buena manera de lograrlo es hablando de cómo te sientes con familiares o amigos, porque guardarse una emoción negativa puede hacer mella en el carácter y en la salud.